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martes, 28 de octubre de 2014
¿Deben los refrescos llevar una etiqueta de advertencia como la del tabaco?


Qué, por Irene Cirvida
Coca-Cola, PepsiCo y Dr Pepper, las mayores empresas fabricantes de refrescos del mundo, se comprometieron hace unas semanas a reducir las calorías de sus bebidas hasta en un 20 %. El plazo para cumplir dicha promesa es de más de 10 años (hasta 2025) y, por el momento tan solo se aplicará en Estados Unidos, el país con el índice de obesidad más alto del mundo según los informes de la OCDE.

Las empresas de refrescos más importantes del mundo llegaron a este acuerdo junto con la Asociación Estadounidense de Bebidas y la Alianza por una Generación más Sana, tras una conferencia organizada por la Fundación Clinton. Precisamente, el ex presidente estadounidense ha calificado esta medida como “algo fundamental en la lucha contra la obesidad”.

Sin embargo, es necesario plantearse si se podría hacer algo más por concienciar a la sociedad de los riesgos para la salud que entraña el abuso de este tipo de bebidas o si, por el contrario, reducir las calorías bastaría.

Rubén Bravo, portavoz del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO), considera que la disminución de las calorías en los refrescos “no es suficiente ni mucho menos”. Es importante tener en cuenta que ya existen en el mercado muchas variantes de bebidas refrescantes con menos calorías que las normales (light, zero…) y aun así el sobrepeso y otros problemas de salud siguen estrechamente vinculados a un consumo abusivo de los mismos.

EL PELIGRO DE LOS ENDULZANTES

“El problema que hay que plantear es si los endulzantes empleados en los refrescos son perjudiciales para la salud”, afirma Bravo. En este sentido, recientemente se ha publicado un estudio que vincula directamente los edulcorantes artificiales con la diabetes,entre otras cosas.

El trabajo realizado por investigadores del Weizmann Institute of Science (Israel) sostiene que el consumo de los edulcorantes artificiales que se suelen emplear como sustitutos del azúcar (no solo en refrescos, sino también en alimentos preparados y la sacarina) provocaría alteraciones metabólicas relacionadas con la obesidad, así como intolerancia a la glucosa y posteriormente incluso diabetes.

La investigación realizada con ratones y humanos, publicada por la revista Nature, concluye que los edulcorantes artificiales acarrearía dichos problemas de salud. Su consumo, a la larga, cambiaría la composición y la función de la microbiota intestinal (población de bacterias que residen en nuestro intestino y que son fundamentales para una buena salud).

Uno de los aditivos analizados en el estudio es el aspartamo. Este endulzante lo podemos encontrar en la composición de la Coca Cola Zero en muchos países, aunque en otros, como Estados Unidos, su uso está prohibido.

“Hay muchos estudios, aunque algunos todavía no son muy fehacientes, que demuestran que el exceso de este endulzante podría producir cáncer”, dice Rubén Bravo. ¿Cuándo podríamos en contrarnos con este riesgo? “Con una lata al día no, pero en cantidades un poco más elevadas, a lo mejor tres, el aspartamo es tóxico para el cuerpo“, asegura el portavoz del IMEO. Además, “si lo prohíben en unos sitios y en otros no, me imagino que por algo será, ¿no?”, sentencia.

EL ETIQUETADO ‘ENGAÑOSO’

Gran parte de los problemas nutricionales de la sociedad parten de que, por lo general, para la mayoría de la población resulta caótico llegar a descifrar lo que nos quieren decir las etiquetas nutricioinales de los productos que consumimos.

Por ejemplo, ¿cuándo bebes un refresco eres consciente de la cantidad exacta de azúcar que estás ingiriendo? Según un estudio publicado por la OCU, una de las bebidas más azucaradas del mercado son los refrescos de cola sin cafeína, que contendrían alrededor de un 11% y uno normal en torno a 10,5%. En cuanto a las bebidas de otros sabores, las de naranja o las de limón podrían llegar a estar compuestas de hasta un 13% de azúcar.

El problema es que la mayoría de la gente no es especialista en nutrición y no saben exactamente lo que les quieren decir las etiquetas, explica Rubén Bravo. Normalmente, se tiene el concepto general de los refrescos normales tienen bastantes calorías, pero los ‘cero azúcares’ y los light menos.

Pero no hay que olvidar que si un refresco no lleva azúcar, llevará edulcorantes artificiales que lo sustituyan. “Muchas veces nos encontramos a adictos a la Coca Cola Zero, que llegan a tomar uno o dos litros al día aun estando a dieta, porque tienen la idea de que al no llevar azúcar no pasa nada”, asegura Bravo.

“Lo que se suele desconocer es que al estar metiendo un estímulo dulce al cuerpo (los edulcorantes) durante todo el día, se tiene la insulina a tope y se termina creando una deficiencia en el páncreas y por consecuencia diabetes“, continúa explicando.

Otro aspecto que es importante recordar es que “cuando tenemos la insulina alta por algún endulzante o algún azúcar simple, nuestro cuerpo emplea ese azúcar como fuente de energía en lugar de recurrir a la grasa que tenemos almacenada”. Por este motivo, el abuso de bebidas refrescantes supone un serio problema a la hora de controlar nuestro peso.

ETIQUETAS DE ADVERTENCIA

Ante la cantidad de riesgos para la salud que supondría el abuso de las bebidas refrescantes, en más de una ocasión expertos en nutrición han propuesto incluir en su etiquetado una advertencia que alerte a los consumidores.

Uno de los que lo ha propuesto más recientemente ha sido Simon Capewell, profesor de Política y Salud Pública de la Universidad de Liverpool. A través de un artículo en la revista ‘British Medical Journal’ ha sugerido que las bebidas no alcohólicas azucaradas incluyeran una etiqueta de advertencia.

“Muchos otros productos potencialmente perjudiciales ya llevan efectivas advertencias sanitarias”, asegura Capewell. El experto británico recuerda además en su artículo que el consumo de tabaco pasó de ser socialmente aceptable a estar peor visto desde que se comenzaron a incluir advertencias sanitarias en las cajetillas.

Este mismo año se puso en marcha un proyecto de ley en California para incluir avisos en los refrescos que superasen las 75 calorías. La medida estaba respaldada por la Asociación de Médicos de California, que los consideran el principal motivo de la “epidemia de la obesidad infantil”. Además, según varias encuestas, el 75% de la población estaría a favor de la ley.

Sin embargo, la reforma ha sido frenada ya que según las autoridades habría otros muchos alimentos que también deberían llevarlo. “Aquí por un lado está la industria, por otro la salud, y por otro lado está la política. Por desgracia, en determinados países o estados hay luchas que en muchos casos interfieren de forma negativa sobre la salud poblacional”, comenta Rubén Bravo. “El incluir un pequeño mensaje de advertencia haría que se redujeran las ventas de determinadas bebidas”, añade.

El nutricionista también se muestra a favor de incluir este tipo de mensajes, “pero no solo en bebidas, también en bollería industrial y en otros alimentos”.

OTROS RIESGOS PARA LA SALUD

El consumo excesivo de refrescos no solo está relacionado con enfermedades cardiacas, de sobrepeso, o de diabetes.

Según Rubén Bravo, “el abuso de refrescos y bebidas que contienen un exceso de azúcar a la larga te cambian el gusto. Hay estudios que incluso hablan de que generan adicción”.

Cuando se tiene el hábito de consumir refrescos desde pequeños, “al final se crean paladares distorsionados, que siempre van a buscar que los alimentos tengan mucho más sabor. Por ejemplo, siempre van a desechar una fruta para buscar un bollo”, explica el portavoz del IMEO.

“Esto parece una tontería, pero de forma indirecta también supone un riesgo para la salud, porque se cambian por completo los hábitos alimenticios de las personas“, sentencia.
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jueves, 2 de octubre de 2014
Habla de sexualidad con tus pequeños


Es común que se escape algún gesto casi de terror cuando un pequeño pregunta a alguno de sus padres: "¿tienen pene las niñas?". Y es que, sean o no los padres personas preparadas para hablar de muchos temas con sus hijos, en particular no siempre se tiene claro el modo en que se debe tratar la sexualidad.

Cecilia Blanco, autora del libro “¿Qué es esto?”, Uranito Editores, explica que los adultos no siempre saben cómo abordarlo y se cuestionan si deben o no esperar a que llegue la ráfaga de preguntas por parte de su hijo, si es mejor iniciar la charla antes de que empiece el interrogatorio, qué se debe responder, hasta dónde explicar, ya que se percibe la información como "peligrosa".
A este respecto, la especialista explica: “Nunca fuimos angelitos, seres asexuados flotando entre nubes: fuimos seres reales a los que les pasaron cosas buenas y malas. Junto a la leche tibia, nuestros padres nos transmitieron sus valores, tanto con palabras como con silencios. Es una dimensión más amplia, nuestra sexualidad fue marcada también por el contexto histórico, cultural y religioso que nos tocó vivir”.

La autora manifiesta que si bien es cierto que la sexualidad implica hablar de órganos genitales, también incluye temas fundamentales en la formación de los pequeños, como el asunto del género y otros que van asociados al ejercicio de su vida emocional, como sentimientos, emociones, amor, deseos e ilusiones, desde que se nace hasta que se muere.

Además, tendrá las herramientas necesarias para vivir lejos de los peligros que la información equivocada y los tabúes pueden propiciar: “El conocimiento hace libres a los hombres. Un niño no es la excepción. Si tiene una correcta información acerca de la sexualidad, tendrá menos temores, podrá expresar con mucha más seguridad lo que le gusta y lo que no, cuidará su cuerpo y será más feliz”.
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La pérdida de olfato como vaticinio de una muerte no muy lejana


Barcelona. (Redacción).- Un sorprendente estudio pone de relieve la importancia de un sentido a veces poco apreciado, con respecto a otros, como es el olfato. Un grupo de especialistas estadounidenses, presidido por Jayant Pinto, han llegado a la conclusión de que la pérdida del sentido del olfato no es causa de muerte como tal, pero predice un probable fallecimiento con mayor precisión que un diagnóstico de cáncer, insuficiencia cardíaca o enfermedad pulmonar.
Este grupo de investigadores defiende que dejar de sentir olores predice la muerte en cinco años, y es que el sentido del olfato sirve de referente para el estado general del cuerpo o como marcador de la exposición a toxinas ambientales.

Estos científicos llegaron a tal conclusión al investigar a unos 3.000 voluntarios de entre 57 y 85 años de edad, según detallan en un artículo publicado en la revista PLOS ONE.

Entre los años 2005 y 2006 los médicos sometieron a los participantes a una simple prueba. Tenían que identificar cinco olores: rosa, cuero, pescado, naranja y menta. El número errores en la identificación sirvió a los investigadores de marcador para determinar la pérdida del olfato.
Cinco años después, los mismos investigadores intentaron encontrar al máximo número de voluntarios que tomaron parte de la prueba un lustro antes para volver a someterles a un análisis olfativo similar. La sorpresa vino cuando certificaron que 430 de los voluntarios originales habían muerto. Del total de participantes, un 39% había fallado el primer experimento, un 19% había mostrado una pérdida moderada del olfato y solo un 10% había pasado la prueba satisfactoriamente.
Los investigadores determinaron que aquellos voluntarios que fallaron en la primera prueba tenían una probabilidad cuatro veces más alta de morir en los cinco años posteriores que aquellos que habían identificado los cinco olores bien. La tendencia siguió siendo la misma cuando los científicos tomaron en consideración los factores que suelen influir en el olfato: raza, sexo, salud mental y nivel socioeconómico.

Los médicos estadounidenses han formulado incluso una explicación científica a sus conclusiones. Según deducen, la nariz puede pronosticar eficazmente la muerte debido a que la punta del nervio olfativo no solo contiene los receptores del olor sino también es la única parte del sistema nervioso humano continuamente regenerada por las células madre.
La aparición de las nuevas células se reduce con la edad, lo que desemboca en la disminución gradual de la capacidad de percibir e identificar olores. Una disfunción olfativa indica que el cuerpo está entrando en un estado de deterioro y ya no es capaz de repararse a sí mismo.
Cabe remarcar que los investigadores no han examinado las causas exactas de la muerte de sus voluntarios y tampoco han pronosticado si la gente joven mostraría los mismos resultados si se les sometiera a las mismas pruebas.
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