Google+ Los choques emocionales nos pueden ayudar a recuperar recuerdos perdidos | Salud y Belleza
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jueves, 20 de octubre de 2011

Los sobresaltos emocionales no solo pueden hacer que un hecho quede grabado a fuego en la memoria, o que incluso revivamos el pasado de una manera incontrolada cuando se trata de una vivencia traumática, ahora se sabe que también pueden ayudarnos a recuperar los recuerdos que creíamos perdidos.


Un grupo de expertos argentinos, del Laboratorio de Neurobiología de la Memoria IFIBYME, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), han logrado recuperar recuerdos olvidados mediante la aplicación a la persona de un frío intenso.

“Seguramente muchos recordamos qué hacíamos cuando nos enteramos del atentado contra las Torres Gemelas. Es que los recuerdos, tanto los buenos como los malos, se asocian con un shock emocional”, explica desde el Centro de Divulgación Científica, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, UBA.

“Del mismo modo-según los expertos de la UBA- un impacto como la sensación de frío intenso hizo que un grupo de personas recuperara un recuerdo que parecía perdido”. "En una prueba observamos que las personas podían recordar mejor una serie de sílabas aprendidas si eran sometidos a un estrés leve, en comparación con el grupo control, que no lo sufrió", explica la bióloga Verónica Coccoz, primera autora del trabajo, del que participaron los doctores Alejandro Delorenzi y Héctor Maldonado.

En el ensayo participaron 125 voluntarios, estudiantes y graduados de la facultad. El primer día de la prueba, aprendieron una lista de sílabas, la cual estaba precedida de una combinación de luz, imagen y música. Al sexto día, fueron expuestos al mismo contexto de música y luz, para fomentar la evocación, y pudieran completar la lista de sílabas.

El programa fue interrumpido antes de la evocación. A consecuencia de ese desajuste entre lo esperado y la realidad, la memoria de los voluntarios se volvió más frágil e inestable. Entonces se les solicitó a los voluntarios que sumergieran el brazo en un recipiente, que contenía agua templada para el grupo control, y agua helada para el grupo principal.

El séptimo día, se volvió a presentar el contexto a los voluntarios, y se les preguntó por la lista de sílabas. Se comprobó que aquellos que soportaron el agua helada recordaron mucho mejor que los que colocaron su brazo en el agua templada.

"Al someter a los participantes un estrés leve durante la reconsolidación de sus recuerdos vimos que esta memoria que parecía olvidada (los sujetos expresaban sólo un 20% de lo aprendido) estaba intacta, ya que ahora expresan un 80% de lo aprendido", ha explicado la doctora Delorenzi.

De acuerdo a los investigadores, ante una situación de estrés se liberan sustancias como la epinefrina, el cortisol y la glucosa, que juegan un rol central en la modulación de la memoria. Su experimento demostró que "el recuerdo no había desaparecido y pudo ser expresado, y que la memoria, al hacerse lábil, puede borrarse, actualizarse o mejorarse".

"Cuando la retentiva falla, puede ser que no esté almacenada, o tratarse de una dificultad para expresarla", indica Delorenzi, que añade: "ahora tenemos una herramienta para poder acceder a memorias que parecen olvidadas, es como abrir una caja negra".

Desde hace tiempo que se sabe que un choque emocional puede hacer que un recuerdo quede grabado en la memoria. Por ejemplo, presenciar o sufrir hechos traumáticos puede generar en el afectado las denominadas “memorias intrusivas”, que consisten en revivir secuencias intercaladas del suceso una y otra vez, como si volviera a suceder aquí y ahora.

“El trastorno de estrés postraumático se origina tras haber sufrido u observado un acontecimiento altamente traumático (atentado, violación, asalto, secuestro, accidente, etc.), en el que está en juego la vida de las personas”, explican desde la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS).

De acuerdo a la SEAS, “las imágenes de la situación traumática vuelven a reexperimentarse una y otra vez, en contra de la propia voluntad de la persona quien, a pesar del paso del tiempo, sigue imaginando el episodio con todo lujo de detalles, acompañado de intensas reacciones de ansiedad”.

“Las imágenes y las sensaciones pueden volverse intrusivas (acuden una y otra vez a la mente, produciendo malestar), especialmente si se pretende evitarlas. Cuando queremos evitar un pensamiento aumenta la frecuencia de ese pensamiento no deseado y se vuelve más estresante”, explica la SEAS.

“Un recuerdo asociado a una información cargada emocionalmente permanece grabado en el cerebro”, ha señalado el escritor Jill Neimar en un artículo publicado en la revista ‘Psychology Today’ titulado “Es mágica. Es maleable. Es... la Memoria”’.

Estrés: el gran fijador de recuerdos

Según explica el doctor James McGaugh, de la Universidad de California (Irvine, Estados Unidos), ”creemos que el cerebro se aprovecha de los neurotransmisores liberados durante la respuesta al estrés y de las emociones fuertes para regular la intensidad con que se almacenan los recuerdos’. Una investigación efectuada por McGaugh y su discípulo Larry Cahill, claramente cómo las emociones, incluso las más habituales y cotidianas, se asocian a una mejor memoria.

Los investigadores proporcionaron suministró a dos grupos de estudiantes universitarios un fármaco que bloquea los receptores de la adrenalina y de la noradrenalina. Después, les proyectaron doce diapositivas que mostraban diferentes escenas como por ejemplo las de un niño cruzando la calle de la mano de su madre o visitando a un hombre en el hospital.

A uno de los grupos se le explicó una historia corriente relacionada con las imágenes, por ejemplo que el pequeño y su madre acuden a ver a su padre, que es médico. Por su parte, el segundo grupo escuchó un relato inquietante y dramática, como que el niño es atropellado por un coche y el cirujano intenta implantarle el pie que el vehículo le ha cortado.

Dos meses después, quienes habían escuchado la historia “suave” exhibieron poca capacidad para recordar el contenido de las 12 diapositivas, mientras que aquellos que había escuchado el relato dramático las recordaron ‘significativamente mejor’.

“Hace ya muchos años, el fundador del psicoanálisis, Sigmund Freud, dijo que “no hay memoria sin contexto emocional”, ha explicado José Emilio Palomero Pescador, profesor emérito de Psicología y Director del Postgrado en Psicomotricidad, en la Universidad de Zaragoza (España).

Para Palomero Pescador, “recordamos mejor aquellas cosas, agradables o desagradables, que están relacionadas con el mundo de las emociones: con la alegría, el bienestar, el amor…, o con la tristeza, la desesperación, el miedo, el enojo, el odio, la ira, la violencia, los celos…”.

Según el catedrático “los neurocientíficos creen que nuestro cerebro se aprovecha de las emociones fuertes y de los neurotransmisores que se liberan durante la respuesta al estrés, para regular la intensidad con que almacenamos nuestros recuerdos, de modo que aquellos asociados a una información cargada emocionalmente permanecen grabados en el cerebro”.

“Esta sería la razón por la que recordamos con más facilidad aquellos datos, hechos o experiencias que tienen una carga emocional y afectiva, aquellos que nos han marcado o conmovido”, ha señalado el experto
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